Y ella dijo con resignación: “Marte y Venus nunca se van a comprender.”
Ella le miraba con ternura y deseo. Él apartaba la vista, o se hacía el loco diciendo cualquier banalidad.
Él la molestaba con cosas ya evidentes desde hace tiempo, insistía. Ella no comprendía por qué se empeñaba en hacerla rabiar.
Ella sintió un vuelco cuando le vio aparecer sin esperarlo. Él la abrazó con fuerza,le dijo algo bonito al oído, y que ahora regresaba. Pero no regresó.
Él se entretuvo seduciéndola con su lenguaje corporal, le bailó, la rozó, la miró con aquella mirada. Ella sintió un torrente de deseo, que quedó en nada horas después.
Él le decía cada vez que la veía que era una reina, sin soltarla tras largos abrazos promesa de algo q estaba por llegar. Ella sentía el latir de su pecho, y su cuerpo fuerte y maduro que la envolvía.
Ella recordó aquellas palabras, “eres una reina”, mientras le veía desaparecer entre la multitud con una morena y una rubia, y otra más… Él se hacía dueño del lugar, y se deslizaba con la música hacia su pedestal de “todo controlado”.
Él se hacía el interesante y el desentendido, sin perder su sonrisa y dejarse caer de vez en cuando. Ella estaba rodeada de hombres que pedían turno, mientras no le perdía a él de vista, sin mirarle, claro.
Ella le invitó a quedarse esa noche, sin saber si era un paso atrás, o una manera muy caprichosa de complicar las cosas. Él alegó que trabajaba al día siguiente, tras una profunda respiración agachando la cabeza.
Él intentaba sacarle una sonrisa con palabras cómplices desenfadadas. Ella se preguntaba en silencio si volverían a dormir juntos, y si ésta vez sí le haría el amor.
Ella se preguntaba qué había hecho mal. Él no se preguntaba nada.
2 Comments
Vaya, yo a veces también escribo sobre Marte y Venus…
En mi caso él tampoco se pregunta nada…
Yo creo q en general… nunca se preguntan nada.
Bsitos guapa