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Desde niña fantaseaba con el olvido. ¡Qué gran poder ese de olvidar lo que uno quiere! Olvidar los malos momentos, las tristezas, las pérdidas, lo que pudo ser y no fue, lo que fue y ojalá nunca hubiera sido… Olvidando de verdad todo tendría solución. Porque, cuántas veces se habla de olvidar a la ligera. Nadie olvida sólo por decirlo.

– Olvídalo, no pasa nada.

Y qué, ¿realmente ya se olvidó? Claro que no. Los recuerdos se quedan ahí, clavados, grabados a fuego en lo más profundo de tu ser. Y cuanto más quieres olvidar, más te queman esos recuerdos. Se vuelven un cobrador del frac, una sombra hacechante, un ojo de dios, omnipresente, que en cualquier momento te chasca los dedos y ahí está, intacto, tal cual sucedió, no importa hace cuánto tiempo. Y lo revives. Una y otra vez. Una y otra vez.

Qué gran poder sería el olvido a la carta, pero el de verdad. Ese olvido que te permite borrar lo que te frena y te ancla, lo que te pesa y te duele, y deja un hermoso y extenso lienzo en blanco en su lugar. Ese olvido que te permite empezar de nuevo.

Sandra Corcuera, marzo 2025

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